Ecuador nos vuelve a recibir

Ecuador nos había conquistado en el viaje de ida y a pesar de que fue difícil despedirnos de Colombia después de haberla recorrido por más de cuatro meses, cruzamos la frontera con mucho entusiasmo por los reencuentros con amigos a los que volveremos a visitar y por los nuevos lugares que buscamos conocer.

Al igual que en la subida, la frontera de Rumichaca (Colombia) – Tulcán (Ecuador) fue de las más sencillas y fáciles de cruzar. Pasaporte por acá, adiós Colombia. Pasaporte por allá, hola Ecuador. Como tres meses en Ecuador nos parecía poco, pedimos si nos podían dar seis. Ya que hace unos meses se firmó un acuerdo de la Unasur que permitía esta estadía prolongada para argentinos, no pusieron objeciones. Eso sí, a Dora le dieron tres pero con posibilidad de renovar. Se ve que le vieron cara de que ser quería quedar, y con razón.

No tuvieron que pasar demasiados días para volver a enamorarnos de este país que desde sus primeros kilómetros nos mostró sus maravillas naturales y la hospitalidad de su gente. Este fue el recorrido que hicimos entre cementerios, cuevas, lagunas y casas de familia a 15 días de pisar esas tierras.

Primera parada: el cementerio de Tulcán.

Si bien los cementerios no suelen ser lugares muy lindo para recorrer, este no es cualquier cementerio: el lugar es visita obligada para todo aquel que pise la zona. Su atractivo son los arbustos de ciprés artísticamente podados como diferentes figuras. Más que arbustos son verdaderas obras de arte que requieren de un gran mantenimiento para no quedar “despeinadas”. Los jardines a lo largo de cuatro hectáreas y tienen más de 300 figuras que representan la flora y fauna del país así como parte de las culturas romanas, griega, inca, azteca y egipcia. En 2007 sufrió un incendio, aparentemente por rituales de brujería y en 2009 lo restauraron poniendo iluminación especial para poder recorrerlo de noche (sin que sea tenebroso). Lo que podría haber sido un triste cementerio como cualquier otro se convirtió en un enorme jardín recreativo en donde el paseo se convierte en un placer.

Sin saber qué hora era pero haciéndole caso a nuestros estómagos rugientes buscamos un lugar tranquilo donde poder preparar algo de comer. El camino nos llevó sin querer hasta un lago del que no tenemos información porque no conocemos ni su nombre pero que resultó suficiente para preparar un rico almuerzo, juntar energías y seguir camino.

Cementerio de Tulcán
Tarde en un lago cualquiera

Segunda parada: las Grutas de la Paz.

Todavía no recordamos dónde pero en algún lugar leímos sobre este lugar. Para nosotros lo importante era que se podía pasar la noche tranquilos y seguros. Más que suficiente. Encima había baños y wifi: un lujo. Al llegar descubrimos que lo que nosotros pensábamos iba a ser una cuevita era una gruta enorme llena de estalactitas que, a pesar de estar iluminada, albergaba a miles de murciélagos. En su interior ubicaron la figura de la Virgen construida en pierda y el lugar es visitado cada fin de semana por miles de fieles que van a rezarle a la Virgen y que en promedio superan los 65 años. Los visitantes, además de asistir a una misa especial, pueden darse un baño de agua termal en unas piscinas artificiales a las que el agua caliente llega por tuberías desde adentro de la gruta. Al ver una rata del tamaño de un cachorro preferimos no probar el agua y quedarnos con la imagen de la gruta que era suficiente. El lugar era tan tranquilo que decidimos pasar dos noches de pura paz que sólo era interrumpida por los campanazos matutinos que anunciaban el nuevo día.

Gruta de la Paz

Tercera parada: la laguna de Yahuarcocha.

En el viaje hacia el norte estábamos cortos de tiempo y fuimos desde Cotacachi directo hacia la frontera sin poder frenar en Ibarra. Esta vez no nos quedamos con las ganas y llegamos a la ciudad en medio de los festejos por su 411º aniversario. Nuestro festejo lo hicimos en la famosa y sagrada Laguna de Yahuarcocha. Su nombre en quichua significa “lago de sangre” por la terrible batalla que se dio en sus orillas entre los indigenas locales y los Incas conquistadores. Fuera de parecer un lugar de muerte, Yahuarcocha atrae a vecinos y turistas que quieren pasar un día al aire libre y tener una vista excelente del volcán Imbabura.

No importa el día que sea los ecuatorianos madrugan. Bien por ellos, mal por nosotros que decidimos acampar justo en el punto clave donde los deportistas estacionan sus autos desde las 7 am los sábados y domingos. Tapones para los oídos y a resignarse, es que al dormir en la calle estamos condicionado por la inclemencia de su ritmo. Después de dos noches durmiendo en sus orillas frente a la estación de bomberos, seguimos viaje. Por suerte las historias de terror sobre la niña que aparece en las noches nos la contaron cuando ya nos habíamos ido.

Dora frente a la Laguna de Yahuarcocha

Cuarta parada: la casa de los Tituaña.

Con los brazos extendidos y las manos en forma de canastita, Diana se acercó a nosotros para ofrecernos comida casera en el teleférico de Ipiales (Colombia) en donde pasamos dos noches antes de cruzar la frontera. La autora de esas delicias se acercó al rato junto al resto de la familia. Rebeca, con su vestimenta indígena, una sonrisa que atraviesa toda su cara y abrazos de cariño dejó abierta la invitación a su casa en Atuntaqui, cerca de Ibarra. Atuntaqui es un lugar del que nunca habíamos escuchado hablar pero que no podíamos dejar de pronunciar: A-tun-ta-qui, que lindo que suena.

Unos días después y contra todos sus pronósticos, aparecimos de sorpresa en la tienda de víveres de la que son dueños. Más abrazos y muestras de cariño y otra invitación: “vengan a la tarde cuando cerremos que les queremos hacer un asado”. Como negarnos a semejante invitación.

Como era temprano, después de pasar por el mercado de los domingos a comprar las verduras y frutas para las próximas semanas, nos fuimos a conocer la ex Fábrica Textil Imbabura. La zona de Atuntaqui es conocida por su producción de textiles que data desde 1924 cuando los hermanos españoles Dalmau fundaron la fábrica. Fue de las primeras industrias del país y llevó sus productos a todo el Ecuador a través del nuevo ferrocarril que pasaba justo en frente de la misma. Llegaron a trabajar 1500 personas lo que produjo el desarrollo de toda la zona. Hace tres años que este lugar, que estuvo abandonado durante 12, funciona como museo. La entrada es gratuita e incluye una visita guiada por la fábrica que todavía conserva las máquinas originales. Aprendimos sobre las distintas partes del proceso textil desde el pedazo de algodón crudo hasta la prenda final y sobre los conflictos internos que finalmente llevaron a su cierre en 1997.

A las 16.30 tocamos el timbre en lo de los Tituaña Maldonado. Ellos son oriundos de la comunidad Pucará San Roque que está al pie del volcán Imbabura pero hace poco se mudaron a la ciudad para estar más cerca del negocio que abren de lunes a lunes. Trabajadores como nadie, Rebeca es la encargada de la tienda que lleva su apellido y Luis viaja a distintas partes del Ecuador con su camión a recoger mercadería. Sus hijos, Malqui (que significa “retoño”, 25 años), Omar (casi 23) y Ana Belén (20) que están en la Universidad y Damián (12) que va todavía al colegio, en su tiempo libre ayudan en la tienda. Los varones son un calco del padre, nadie puede negar el parentesco y llevan el pelo largo en una trenza que dicen nunca se van a cortar. Todos hablan quichua que mezclan con el español. Sólo Rebeca mantiene la vestimenta típica: pollera larga azul oscuro, camisa de lienzo blanca con bordados de flores hechos a mano, una faja ancha y colorida llamada chumbi, collares de mostacillas y pelo recogido hacia atrás. Ana Belén nos contó que ella a veces se pone el traje pero que prefiere los jeans por comodidad. Se nota que son una familia muy unida y nos hicieron sentir como parte de la familia a penas pisamos su casa. Les contamos sobre el viaje, vimos videos, charlamos sobre política y educación, nos contaron sobre sus costumbres y fiestas indígenas como el Inti Raymi y el Día de los todos los Santos y los chicos nos transmitieron sus pasiones y sus ambiciones. Compartimos una rica cena con carne y pollo a la parrilla, choclo y papa andina que combinamos con muchas risas contagiosas. Sacamos fotos dentro de la Kombi, le cambié el nombre a Rebeca por el de Renata y todos nos seguimos riendo hasta que el cansancio pudo más y nos fuimos a dormir. Al día siguiente después de desayunar nos despedimos super agradecidos de haber podido conocer un poquito de su vida.

Cena en lo de la familia Tituaña

Quinta parada: los textiles y el mercado de Otavalo.

El lunes arrancamos temprano y salimos para Otavalo, ciudad famosa por sus textiles y su enorme mercado de artesanías. Como el día estaba despejado y se acerca la temporada de lluvias en el país, decidimos aprovechar el sol e ir a conocer la Cascada de Peguche. Caminamos por sus diferentes senderos que son más lindos que la cascada en sí que se ve marcada por muchos de sus visitantes no quisieron pasar desapercibidos y decidieron dejar su firma con aerosol en las rocas. Como era lunes y no eran mas de las 9 de la mañana estábamos solos y, a diferencia de los fines de semana que suele ser el lugar preferido para los picnics, pudimos caminar en total tranquilidad.

Un lugar especial que encontramos en la cascada y que estaba vacío

Como todavía era temprano decidimos ir a recorrer los pueblitos que rodean Otavalo en busca de una fabrica textil artesanal. No fue fácil encontrar algo abierto hasta que llegamos a lo de Miguel Andrago en Agato. Él y su hija nos mostraron el lugar -que justo ese día estaba vacío ya que todos estaban en la inauguración de una calle en el pueblo- y nos contaron que la fábrica fue fundada por sus abuelos y en ella trabajaron y trabajan cinco generaciones de su familia. Hoy él comparte el trabajo con sus hijos, sus nietos y sus bisnietos y sus creaciones son de una finura impresionante. Los tejidos más grandes, como los cubrecamas dobles, pueden demorar hasta dos meses y lo hacen desde el algodón crudo que pasa por todo el proceso hasta convertirse en un fino hilo que tiñen con pigmentos naturales. Las combinaciones de colores son de lo más lindo que hayamos visto y dan ganas de llevarse todo: ponchos, cubrecamas, bolsos, carteras, fundas de almohadones, tapices, gorros, fajas, caminos de mesa e individuales. Ellos no venden sus productos en el mercado de Otavalo porque allí hay muchas cosas chinas y como lo de ellos es verdaderamente artesanal tiene un precio más elevado, algo que muchos no saben apreciar. Pero eso no les molesta, por las recomendaciones que hay en guías turísticas ya se ganaron clientes de todo el mundo que van a comprarles directamente a su taller y además viajan a Estados Unidos todos los años a participar de ferias como invitados especiales.

Miguel y su hija en su taller

Al igual que en el camino de ida hacia Alaska, no nos quedamos sin visitar el famoso mercado de Otavalo que está todos los días pero que se nutre más los sábados cubriendo todas las calles de los alrededores de la Plaza de Ponchos de puestos de venta de telas, cuadros, ropa, recuerdos y artesanías. Recorrimos algunas de sus cuadras y compramos atrapasueños, llaveros y monederos a buen precio para sumar a nuestra tienda rodante y vender en otros puntos del país.

Sexta parada: el Lugar Tranquilo.

Era diciembre de 2014 y estábamos en Baños –un pueblo cerca de la selva ecuatoriana– cuando Lew se acercó atraído por las cuatro Kombis estacionadas en una plaza. Nico, que suele madrugar, se bajó de la Kombi y se puso a charlar con este estadounidense de casi 60 años, rubio, bigote y anteojos y también dueño de una Volkswagen. Nos contó sobre la casa de alquiler que estaba terminando de preparar en el norte de Ecuador y nos invitó a pasar unos días allí para probarla y que le digamos qué nos parecía. Dos meses después, él ya de vuelta en su casa de Washington, tocamos la puerta de El Lugar Tranquilo –como decidió nombrar a esta casa– nos recibió la cuidadora y nos quedamos sorprendidos de la comodidad y la calidad de cada detalle: cuchillos de todos los tamaños y super afilados, electrodomésticos para elegir, camas anchas que se calentaban al apretar un botón, chimeneas hasta en la habitación principal y alfombras de baño tan mullidas que daban ganas de acostarse a dormir una siesta. En ese entonces pasamos los últimos 10 días en el país descansando en este lugar de lujo antes de cruzar a Colombia.

The Tranquil Place después de la tormenta

En Canadá tuvimos la posibilidad de reencontrarnos con Lew y conocer a su mujer Jane con quienes pasamos un fin de semana de camping y nos levantaron el ánimo en uno de los momentos más difíciles que tuvimos que pasar en todo el viaje (y que lo podés leer acá). Casi tres años después volvimos a tocar las puertas de El Lugar Tranquilo que nos dio una nueva bienvenida a Ecuador. El lugar es soñado, justo en frente a la laguna de Cuicocha, rodeado de campos y plantaciones y con el clima ideal. Pasamos otros 10 días en los que compartimos comidas con Xavi (el nuevo administrador) y su primo que es chef, aprovechamos a descansar, ver películas y producir artesanías y cuadritos pintados a mano –un nuevo pasatiempo que también sirve para darnos de comer–. Claro que no dejamos de lado el ejercicio y salimos a recorrer la laguna por un sendero de unos 10 kilómetros. Tomamos el sentido equivocado y en lugar de hacerlo casi todo en bajada lo hicimos en subida demorando 5 horas. Cuando estábamos llegando casi al final el sol radiante que nos acompañó toda la mañana quemando nuestras nucas quedó oculto tras unas nubes bien negras que escupieron con violencia pelotas de granizo cuando estábamos en medio del sendero. Sin tener donde refugiarnos, nos apuramos a llegar hasta el centro de visitantes donde esperamos un rato a que parara el hielo y la lluvia. Volvimos a lo de Lew y Jane completamente agotados pero felices de saber que nos esperaba una ducha caliente y una cama cómoda para descansar.

Probablemente todavía estaríamos ahí si no fuera porque a principios de noviembre es la convención anual de todos los clubes de Volkswagen de Ecuador en Puyo (al suroriente) y como no queremos dejar de participar tuvimos que poner primera y arrancar.

Dandole la vuelta a la Laguna de Cuicocha

2 respuestas a “Ecuador nos vuelve a recibir

  1. Si de casualidad regresan a Quito esos días, me gustaría intercambiar con ustedes. Mi esposa y yo estamos pensando comprar una combi para darnos una vuelta a América Latina y su experiencia sería súper útil!

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    1. Hola Richard! Ahora estamos en la mitad del mundo y el viernes vamos para Mindo. A principios de noviembre va a haber una convención VW en Mera y vamos para ahí también. Anímense y los vemos ahí! 😉

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