Perú: el ruido

Hoy, 31 de octubre de 2014 entrando a Ecuador, a raíz de una charla con un viajero, me di cuenta de algo. Perú es ruido. El ruido puede ser molesto, aturdir, agotar y traer algún que otro dolor de cabeza. Pero también puede ser movilizador, atrapante, activador. En Perú salir a la calle es estimular todos los sentidos. Cada ruido te dice algo distinto, si uno está atento puede percibir miles de cosas al mismo tiempo que suceden en tan sólo una cuadra: gritos que indican qué recorrido hace el bus, ofertas de comida que se anuncian a viva voz, cientos de bocinas, música que sale de adentro de las tiendas, cantos e instrumentos de festejos callejeros, promociones de descuento de tours y excursiones, y sobretodo ofertas de “masach” (masajes). Persona con la que hablamos coincide con nosotros en esto, Perú es ruido.

¿Y saben qué? El ruido me encanta.

Las islas

Entramos a Perú por Puno y lo primero que vimos fueron marchas y carteles políticos. Otro país que cruzamos en medio de las elecciones. Cada partido se identifica con un dibujo (una casa, una fruta, un gorro, una bandera, etc.). Estos dibujos se pueden ver a lo largo y ancho de todo el país. Parecería que son más importantes los dibujos que sus candidatos. En Puno dormimos en un estacionamiento, lugar donde dejamos a Dora durante un día para conocer la Isla de los Uros. Estas son un conjunto de islas artificiales hechas de totora en el lago Titicaca que están habitadas por comunidades de uros (en realidad aimara). Por suerte sabíamos a qué íbamos y nuestras expectativas no eran muy altas. Lo que hace unos años podía llegar a ser interesante para conocer el estilo de vida de esta comunidad, hoy se convirtió en un show. Cuando llegás te dan una breve explicación sobre el lugar y si querés preguntar algo te responden rápidamente y enseguida te intentan vender las artesanías del lugar. Después de un rato, cuando ya nadie compra nada, te suben a un barco hecho de totora (pero que funciona a motor) y te llevan a otra isla para que compres comida. Nosotros, advertidos de esto, decidimos quedarnos en la primera isla charlando con una nena que fue la única que quiso comunicarse con nosotros y nos hizo pasar un lindo rato. Para finalizar, las mujeres se despiden con un canto en inglés y un “hasta la vista baby”. Eso sí que nos hizo ruido, y no del bueno.

Isla de los Uros
Isla de los Uros

La montaña

De Puno fuimos hasta Cusco. De Cuso ya hablamos mucho en esta nota. Lo que podemos agregar es que desde ahí volvimos a Machu Picchu, esta vez por un camino diferente al que habíamos hecho el año pasado. Las ruinas, mejor dicho, el sitio arqueológico, no dejó de sorprendernos. Recorrimos rincones a los que no habíamos ido antes y subimos a la Montaña Machu Picchu, desde donde se ve toda la ciudadela y la montaña Huayna Picchu. Todo se ve taaan chiquito e increíble desde ahí, que las dos horas de caminata en subida valen la pena. Desde esos 3.082 metros de altura solo se puede percibir el silencio. Uno de los pocos lugares de Perú sin ruido.

Vista de la Montaña Machu Picchu
Vista de la Montaña Machu Picchu

La playa

Para llegar a Lima desde Cusco estuvimos en la ruta casi una semana. Sabíamos que el camino iba a ser complicado y por eso decidimos hacerlo con tiempo. Salimos de Cusco un domingo a la mañana después de despedirnos de Jere, Fer, Vero y Pachy. En el camino pasamos por lugares de selva donde el clima se hacía más amigable hasta llegar a Abancay donde pasamos la noche frente a la comisaría. El objetivo del día siguiente era llegar hasta Chalhuanca para dormir ahí, pero como el camino fue tranquilo y a las 10 am ya estábamos allí, decidimos seguir hasta Puquio. Después de varias horas de subidas, bajadas y curvas pronunciadas, llegamos a Puquio a las 15 hs. Pero Nico estaba inspirado: “sigamos hasta Nasca”, dijo. Así que seguimos, pero sin saber que los últimos kilómetros antes de llegar era camino de montaña en bajada y con más curvas. Llegamos a las 20 hs y dormimos en una estación de servicio donde paraban miles de camiones. Al día siguiente recorrimos los sitios arqueológicos de Nasca y salimos para el oasis de Huacachina. Descansamos ahí una noche y nos fuimos para Paracas a la reserva con la idea de dormir ahí. Pero al llegar descubrimos que la reserva era puro desierto sin un árbol donde protegerse del sol. Cambio de planes sobre la marcha: un almuerzo en la kombi, breve caminata por la playa y de nuevo a la ruta. Esa tarde llegamos a Cerro Azul, un pueblito de playa a 2 horas de Lima. Dormimos en la plaza principal frente a la policía que muy amablemente se nos acercó a charlar un rato. Al día siguiente fuimos para Playa Las Conchitas, a pocos kilómetros de Cerro Azul. Ahí, Esteban López, del Club de Kombis de Lima, nos prestó su casa por unos días para que descansemos frente al mar, durmamos en una cama normal y nos diéramos una ducha. Pasamos cuatro lindos días y pudimos conocer a Esteban y su familia que nos invitó con un rico asado!

Playa Los Lobos
Playa Los Lobos

La ciudad

Después de tanta tranquilidad, volvimos al ruido, al movimiento, a la vorágine de la ciudad en Lima. Pasamos allí una semana junto a Peter, un amigo que nos vino a visitar desde Buenos Aires. Para evitar el estrés del tránsito, Dora quedó estacionada y nos movimos en bus por la ciudad. Recorrimos los lugares históricos como el Palacio de Gobierno, la Plaza de Armas, los mercados, el Barrio Chino, los museos como el de la Inquisición, la ex estación de trenes devenida en biblioteca, las catacumbas del Convento de San Francisco, la Alameda Chabuca Granda y pasamos algunas tardes andando en bicicleta para seguir conociendo Miraflores y Barranco. Si me gustara vivir en una gran ciudad, sin dudas Lima sería una buena opción.

Paseo en bicis por Lima
Paseo en bicis por Lima

La ruta

El norte de Perú pasó volando. Por casualidad -o no- llegamos a Ecuador antes de lo pensado. El primer día de ruta al salir de Lima, pinchamos una rueda. Cuando quisimos cambiarla nuestro criquet se malogró (una gran palabra que aprendimos en Perú y que resulta ser muy útil). No pasaron dos minutos que aparece como bajada del cielo una Kombi T1 impecable! Al volante: una mujer! Sofía y su familia frenaron para ayudarnos. Nos prestaron su criquet y en seguida Dora volvió al camino. Sofía nos contó que iban para Guayaquil a una convención anual de Volkswagen que era ese fin de semana. Era lunes, si nos apurábamos llegábamos pero nos perderíamos las playas y sitios arqueológicos del norte de Perú. Lo meditamos una noche y decidimos que queríamos ir a la convención. Así que los siguientes días fueron de mucho andar y poco descanso. Por suerte en el camino nos encontramos con Jorge y Nora, parientes de Nico que vienen viajando en un motorhome desde EE.UU. Nos invitaron una rica comida con helado de postre y todo! Un gran mimo que nos dio energías para seguir. El jueves llegamos a Máncora, donde Yola nos recibió en su casa. Nos daban ganas de quedarnos más días pero Guayaquil nos llamaba. El viernes cruzamos la frontera y el ruido cambió. A penas avanzamos un poco se notaba que Perú quedaba atrás y que Ecuador nos daba la bienvenida.

Sofía y su familia
Sofía y su familia

Para ver fotos de Perú entrá acá y el video lo ves acá.


14 respuestas a “Perú: el ruido

  1. siempre me encanta abrir el mail cuando llega Kombi pa´l norte!!! me encantaría conocer Lima.. dicen tantas cosas lindas de esa ciudad!! en cuanto a la palabra «malograr» la tengo incorporada a mi vocabulario y la uso bastante… y sí… la aprendí hace muchísimos años de un amigo peruano..!! ahora, a esperar las novedades desde Ecuador!! Buen viaje!! besos grandes a los dos!!

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